
Alberto Villén Pinilla
En Babia, pero muy concentrados,
el inglés se interpuso en la voz nacida
y deshizo las intenciones queridas
compartiendo mesa.
Vigilante el búho ululaba entre pechos,
canciones, visiones y recuerdos.
Te quiero, dijiste, caída del cielo, muñequita linda
tanto como entonces;
y añadiste el acento valenciano
haciendo de otras voces en directo.
Eras tú la que al despertar
te revelabas sin color,
más al sur de la distancia,
para dejarme descansar entre tus manos,
y huir del secuestro del reloj.
Los reyes estaban en Babia
pero se ausentaron las princesas.
Los defectos de los padres
no deben pagarlo los hijos nos dijo,
entre el alcohol evaporado de sus labios,
una morena que no supimos de quién era hija.
Y atrevidos y bien mandados entramos
a buscar al hombre del bigote blanco
y a darle el recado que nos había dado,
echando como despedida un pulso
con el honor joven (Leonor Jovani)
y salvaguardándonos en el mensaje:
“Decidle que lo espero al salir del metro
bajo el ritmo de Tam-Tam”.